Mi relato hace más de 20 años acerca de la oración y estudio nocturno como lo sugiere Rabbi Najman:
Pronto comienzé el nuevo trabajo. Mi jefa era una mujer con enormes responsabilidades, toda la corporación global dependía de su experiencia para el proyecto en el que estaba involucrada. Esto la estresaba increíblemente y su lenguaje e impaciencia impregnaban a los miembros de su personal.
Su energía me afectó muy negativamente. A diario me despertaba muy deprimida, y no podía levantarme de la cama. Recientemente había aprendido a juzgar favorablemente, y yo lo implementaba al pie de la letra. Fue muy duro. El principal problema era que, como nuevo creyente, no tenía las herramientas emocionales ni el conocimiento para manejar este nivel de energía negativa.
Así que comencé a despertarme a las 3 am para orar y aprender, noté que me ayudaba enormemente. Mi aprendizaje se forjó en el sufrimiento. Al principio no entendía nada de lo que leía, no tenía ni la menor idea. Era como leer un contrato legal, totalmente ignorante. Estaba orando más que estaba leyendo mientras leía. Pero mi alma se consolaba cada vez que hacía está devoción, y me di cuenta. Noté que no necesito entender ninguna palabra de lo que leo para que el poder de la Torá funcione a través del texto. Es como un bebé en el útero materno, el bebé no entiende las palabras, pero las palabras de la madre nutren su alma. Nuestro ADN está impreso con la Torá, así que la razón por la cual su frecuencia está en resonancia con nuestro propio ser, tanto físico como espiritual.
Así es como cada día reunía fuerzas para ir a trabajar y enfrentarme con mi jefa. Pero progresivamente la situación mejoró muchísimo conmigo. Y por la Divina Providencia, también sirvió como preparación para enseñar el estudio bíblico a estudiantes universitarios. No lo planeé, simplemente resultó de esa manera. Esta práctica cambió mi vida y la atmósfera espiritual que me rodeaba en todas partes. Sobrenaturalmente hizo de la vida un deleite, en lugar de miseria como lo era en el principio.
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